A pesar de contar con una plataforma de más de 4 millones de kilómetros cuadrados y proyectos que se remontan a principios del siglo pasado, la Argentina no cuenta aún con emprendimientos para aprovechar las diferentes opciones de energía que ofrece el mar.
De todos modos, podría admitirse que la subutilización es un defecto compartido universalmente, si se tiene en cuenta que en un mundo con 336.000 kilómetros de costas en la actualidad existen sólo 33 convertidores operativos de energía undimotriz, la mayoría en países europeos, según la Agencia Internacional de Energías Renovables (Irena).
La Argentina ya archivó las centenarias iniciativas de aprovechamiento de la energía mareomotriz en la Península de Valdés, por razones de preservación del patrimonio natural, aunque aún se mantienen las expectativas para la instalación de centrales en otras zonas de Chubut y Santa Cruz.
Por otra parte, estudios de otros países sobre energía mareotérmica (consistente en el aprovechamiento de las diferencias de temperatura a distintas profundidades del mar) por el momento no se han desarrollado por estas latitudes, en gran medida porque la ecuación costo-beneficio no sería tan favorable como en las otras alternativas.
La Irena se entusiasma con el potencial de la energía undimotriz en el planeta, al que estima en unos 29 millones de Gigavatios/hora (Gwh), equivalente a lo que la Argentina consume en dos siglos, según el último informe de la Fundación para el Desarrollo Eléctrico (Fundelec).
Ese potencial, sumado al aportado por otras energías renovables, abre un panorama alentador de cara a los desafíos del cambio climático y la necesidad de reducir la emisión de Gases de Efecto Invernadero (GEI), como al impacto económico de la provisión de recursos fósiles, de los que la guerra entre Rusia y Ucrania es una muestra significativa, pero no la única.
Si bien el desarrollo tecnológico para su aprovechamiento es relativamente reciente, en una investigación del Grupo de Interés en Energías del Mar Argentino (GEMA) se encontró testimonios sobre la utilización de la energía de las olas en el siglo XIII en China.
Ya en el siglo XX se llevaron a cabo diversos emprendimientos experimentales en Francia, Estados Unidos y Japón, pero hubo que esperar hasta finales de la década de los ’70 para contar con una central undimotriz propiamente dicha, la británica de Salter’s Duck.
Los mecanismos más utilizados para el aprovechamiento de la energía de las olas son básicamente cuatro y el más extendido es el de las boyas o Power Buoy, precisamente el empleado en el proyecto de la Facultad Regional Buenos Aires de la Universidad Tecnológica Nacional (Utnba), además de otros emprendimientos como el español de Santoña, en el Mar Cantábrico.
La boya absorbe el movimiento de las olas y se fija al fondo marino mediante un poste, con un generador y un sistema hidráulico en su interior.
Otra opción es la columna de agua oscilante (OWC, Oscillating Water Column), creada por el japonés Yoshio Masuda, y es elegida para zonas de fuerte oleaje, ya que aprovecha el golpe de mar y su retroceso para mover el aire de sus cámaras interiores; su principal desarrollador es la compañía danesa Wave Dragon Aps.
Una tercera posibilidad es la del sistema de cilindros articulados o «Pelamis» (en griego, serpiente marina), alineados en paralelo con la dirección de la ola y parcialmente sumergidos, como el Okeanós emplazado en la costa de la ciudad portuguesa de Póvoa de Varzim, al norte de Oporto.
Por último, está el columpio de olas de Arquímedes o AWS (Archimides Wave Swing) sistema simple de cámaras de aire conectadas, desarrollada inicialmente por los Países Bajos y con avances experimentales en las costas de Australia, India, Suecia, China y Japón.
La elección de los mecanismos no sólo depende de cuestiones de costos sino principalmente de las características del oleaje en el área en la que se prevé instalar el parque.
En el caso del proyecto a instalarse en la escollera de Mar del Plata, el director de Proyecto del Departamento de Ingeniería Mecánica de la Utnba, Alejandro Haim, expresó a Télam que el sistema de boyas es el más apto por los valores de oleaje.
«A medida que va más hacia el sur, los valores de oleaje van aumentando, también cuanto más lejos se esté de la costa», indicó, al tiempo que precisó que en el proyecto «la energía se calcula para una ola promedio de 1,2 metro», aunque «el ideal sería de 2 a 4 metros, una ola de 8 metros no es deseable porque puede romper los equipos».
Al respecto, sostuvo que «los valores de oleaje de la provincia de Buenos Aires son suficientes, en San Clemente es de 0,8 a 1 metro, en Mar del Plata 1,2 y en Necochea de 1,5 metro». (Télam)